jueves, 16 de abril de 2009

Un aparato descompuesto

El primer paso de la rutina laboral de Octavio consistía en visitar al cajero y pedirle las facturas del día anterior. Luego, en su oficina, traspasaba todo al Libro Mayor, acompañado por la música de Brahms, de Bach, y de vez en cuando la de Rodrigo González. Más tarde realizaba las llamadas que había que realizar, abría su correo electrónico para leer comentarios, quejas y reclamaciones; y finalmente, si le daba tiempo, salía a atender el negocio él mismo. De paso convivía con sus trabajadores y aprovechaba la oportunidad de conocer a sus clientes.
----Aquel día las cosas se echaron a perder cuando empezó a traspasar. De pronto, mientras elaboraba un gigantesco dos destinado a formar parte de los millares de ganancias en la librería, las uñas de los dedos de sus manos desaparecieron. Se fueron. Antes del dos estaban, a la mitad del dos ya no. Octavio corrió apresurado con las manos levantadas y le preguntó nervioso al cajero:
----—¿Qué ves de extraño en mis manos?
----El muchacho evitó respuestas inmediatas y, pasados varios segundos, optó por pedirle a su patrón que fuera con un médico inmediatamente, que no se preocupara por el negocio. Que todo iba a estar bien.
----—Su problema no es grave —dijo el médico con toda calma—. Es algo que no sucede con mucha frecuencia, pero no hay de qué preocuparse todavía.
----Octavio tuvo la sensación de haberse sumergido en un manantial de aguas tibias. Escuchar eso de la boca de un médico anciano, que atendía en una oficina repleta de diplomas, reconocimientos y fotografías de otros médicos ancianos, era suficiente para estar tranquilo.
----—La nueva generación de humanos —continuó el doctor—, como usted debe saber, cuenta con un sistema operativo muy complejo. Elegir entre ser hombre y ser mujer de un momento a otro, cambiar la apariencia física y etcéteras, provoca que este sistema llegue a fallar en ocasiones. No pasa con mucha frecuencia, y de hecho en los últimos dos mil años su caso será quizá el número doscientos. Pero hay solución.
----Otro manantial de aguas tibias.
----—Cuando esté solo en su casa, lo que va a hacer es apagar luces y cerrar ventanas. Luego, de preferencia de pie y frente a un espejo de cuerpo completo, en la oscuridad se va a desnudar, va a contener la respiración y a mirarse detenidamente. Al hacer esto tiene que encontrar una lucecilla azul que parpadea debajo de su piel. Puede estar en cualquier lado; por eso es necesario que se mire con paciencia. Sigue conteniendo la respiración, y solo cuando encuentre esta luz, y presione fuertemente sobre ella, recupera el aire.
----—¿Y entonces?
----—Permítame explicarle. Al presionar sobre esa luz con mucha fuerza, escuchará que una voz femenina le pregunta si desea realizar el proceso de reformateo. Usted debe responder que sí desea realizarlo. Luego, la misma voz le dará la opción de reformateo destructivo y la de modo de recuperación de archivos de personalidad. Usted selecciona la segunda. Instantáneamente el proceso de reformateo iniciará, y para cuando termine, todos los problemas se habrán solucionado.
----En casa, Octavio se paró frente al espejo y descubrió la luz azul justo en la muñeca de su mano derecha. La presionó con fuerza, entonces.
----Bienvenido al proceso de reformateo de su sistema operativo Perfect Human Life. ¿Desea realizar el proceso, o quiere cancelarlo en este instante?
----Deseo realizar el proceso.
----¿Desea que el proceso se lleve a cabo en el modo de destrucción-de destrucción total, o prefiere el modo de recuperación de archivos-archivos de personalidad?
----—Un momento, por favor. ¿Me puede repetir la pregunta?
----Correcto. El proceso se realizará en el modo de destrucción total, y habrá finalizado en cinco, cua-cuatro, tres, dos, uno.

6 comentarios:

  1. Naerum: este cuento es alucinante.

    Admirable me resulta la soltura del manejo que le imprimes.

    Bajo esa desenvoltura, en la que se nota te mueves con comodidad, Octavio es un hombre querible que sufre y se preocupa como cualquier uno que anda del médico al laboratorio, como bola sin manija, ausente de pronóstico, diagnóstico y perdido en una marejada de frases huecas.

    Es cuando de alguna manera, ingresado el sujeto al estado de inservible, el "sistema" ha programado poner en funcionamiento la maquinaria destructora.

    Y la señal la dan las uñas. Chau garras.

    En tu cuento.

    En la vida real, se da cuando, por ejemplo el enfermo terminal estorba, cuesta caro a las obras sociales y no implicará logro alguno a los diplomados. Entonces se encierra al individuo en una carpa de confusión -porque te notifican, de lo contrario se viene la mala praxis- y sonrisas tipo "no pasa nada".

    Mensajes contradictorios.

    Claro que tranquiliza recibir estas Cajitas Felices de parte de quienes tienen voz desde lo alto de su torre de diplomas... No todos, obvio.

    Y, ¿quién no ha sabido o escuchado: "Su problema no es grave"; "no hay de qué preocuparse todavía?" Mientras, la parentela está inventariando el activo y el pasivo.

    "Octavio tuvo la sensación de haberse sumergido en un manantial de aguas tibias. Escuchar eso de la boca de un médico anciano, que atendía en una oficina repleta de diplomas, reconocimientos y fotografías de otros médicos ancianos, era suficiente para estar tranquilo."
    Pero qué ironía más truculenta...

    Y ese manantial de aguas tibias... lo veo una caricia de daga con guante de seda.

    Desde ese punto de partida, y a mitad de camino, se avizora una tregua, un retroceso aquiavélico; sólo para tomar carrera:

    "No pasa con mucha frecuencia, y de hecho en los últimos dos mil años su caso será quizá el número doscientos. Pero hay solución.
    Otro manantial de aguas tibias."

    Claro. Buen recurso. Traducción: ¡Marche a la papelera de reciclaje!

    En tu cuento.

    En este mundo que no es cuento lo practican algunas obras sociales y sanatorios boutique cuando los tratamientos son abruptamente destratados, ante la inminencia del final de los asociados. (Perdona la divagación).

    Desde este segundo "manantial de aguas tibias", sólo aguarda la lluvia helada y final. Sobreviene entonces un muy cuidado, sutil y progresivo corte de manga al paciente, con la única finalidad de tomar distancia sin derrumbar la inocencia de su fortaleza; así queda despejado de melindres el camino hacia el cinismo más extremo:

    y para cuando termine, todos los problemas se habrán solucionado.
    Seguro. La muerte es una solución total de los problemas.

    Cuando cansado de idas y venidas, crees que te sales, estás dentro con todo. Sin retorno: Fuiste, che", diríamos por acá.

    Es terrible, pero se me dio por tomarlo como una magistral y siniestra metáfora con relación al funcionamiento de los sistemas médicos modernos, despersonalizados, donde al final, si eres terminal, estás terminado desde antes. Y, de haberse incurrido en alguna omisión... son errores que se entierran, literalmente. No hay error médico que no se solucione con un funeral oportuno. Lo salvan así de la fama, que tan nociva es, ya se sabe: envilece hasta los espíritus más fuertes, en general.


    Oye, sé que no es una metáfora. Es un cuento estupendo. Digno de ser leído en el papel impreso. (Ya creo habértelo dicho)

    Un párrafo excelente:

    "De pronto, mientras elaboraba un gigantesco dos destinado a formar parte de los centenares de ganancias en la librería, las uñas de los dedos de sus manos desaparecieron. Se fueron. Antes del dos estaban, a la mitad del dos ya no"

    Te felicito.

    Un beso.

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  2. ¡Qué tal, Turkesa!

    Me alegra que sea tuyo el primer comentario del Blog. Después de leerlo, puedo decir que sí valió la pena crear este sitio, jeje.

    Bien. Se me ocurre señalar ahora mismo que este relato es, digamos, el más social que he escrito hasta la fecha. Y se me ocurre señalarlo no tanto por las intenciones que tenía al momento de hacerlo, como por las conclusiones a las que llegaron los compañeros de Prosófagos. Incluidas las tuyas, desde luego.

    En cierta forma se plantean dos antagonismos, creo: por un lado, está la lucha entre el Hombre y la Máquina (aquí ambos empatan, o los dos pierden), y por otro, la rivalidad entre la Maquinaria Social (entendida en el papel del médico, sus explicaciones “mecanizadas” y en la aparición no explícita de un Sistema de Salud) y el Individuo (Octavio). En el último caso, creo que triunfa la Maquinaria Social. Aunque puede que no. Jaja: si sigo en este párrafo, voy a divagar demasiado, y no quiero hacerlo…

    Mira lo que son las cosas: el fragmento que encuentras “excelente”, a mí me pareció ridículo al principio. Sucede que, a veces, al obedecer mi personalidad estilística (no sé de qué otra forma llamar a esa parte de uno que se apropia de nuestras manos cuando escribimos y que, entonces, origina un momento al que yo llamo “de inspiración desenfrenada”), siento que escribo puras barbaridades, y éste fue el caso. De modo que resulta gratificante saber que te gustó.

    ¿Te cuento algo? Este relato estuvo a punto de transformarse en un Cortometraje, como parte de un proyecto de la Universidad. Sin embargo, por razones ajenas a mis dominios, no pudo consumarse. Hasta hice un guión y un storyboard, ¿tú crees? Incluso había encontrado a un Octavio y cambiado al cajero por cajera, pero, ya ni modo.

    Muchas gracias por pasar a comentar, Turkesa.

    Sale pues. Nos leemos.

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  3. "Mira lo que son las cosas: el fragmento que encuentras “excelente”, a mí me pareció ridículo al principio. Sucede que, a veces, al obedecer mi personalidad estilística (no sé de qué otra forma llamar a esa parte de uno que se apropia de nuestras manos cuando escribimos y que, entonces, origina un momento al que yo llamo “de inspiración desenfrenada”), siento que escribo puras barbaridades, y éste fue el caso. De modo que resulta gratificante saber que te gustó."

    Naerum: gracias por las gracias.

    Paso en razón del párrafo que transcribo arriba, porque, verás, es la segunda o tercera vez que me señalan algo así; me acuerdo ahorita mismo de un escritor -amigo común- que me señaló que el párrafo que me había impactado era en verdad un polizón colado de una inspiración anterior, algo así.

    El asunto al que voy es que ese fragmento que dices es "fruto de una inspiración desenfrenada que te hace sentir que escribes pura barbaridades" (ah, me has hecho reir con eso de las barbaridades y el desenfreno de la inspiración) es fruto justamente de la Inspiración. Eso a lo que llamas inspiración desenfrenada, esa mano invisible que se apodera de los dedos en las teclas y pierdes la noción por momentos de tiempo y espacio, cuando sólo existen las letras y tu mano libres de toda fuerza de atracción, es cuando brota el milagro de la creación literaria. Llámame loca, romántica arcaica, lo que gustes, compañero, pero así es como sucede. Es el instante que marca la diferencia. Y ves que se percibe.

    Claro que si luego el autor te explica la antecocina del cuento, le restará magia al momento en que el ilusionado lector ha derrapado por el tobogán de la inspiración... Pero, como afortunadamente ya lo ha vivido, qué mas da ¿no? jaja.

    Bueno, a veces uno luego se lee y dice: "¿En qué pensaba yo cuando escribí esto?" Y no lo descubre. Porque es un tiempo -mientras escribías- en que no pensabas, estabas sintiendo la historia.

    Enhorabuena entonces, sigue escribiendo puras barbaridades, ¡por favor!

    Un abrazo.

    Pd: no está mal lo del cine ¿eh? Quizá no habría que dar nada por acabado. O sea, excluir ese "ni modo" y ver qué sucede con el paso del tiempo.

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  4. Ja, ja, Naerum, leí el cuento con toda la seriedad del caso, y al final no pude aguantar una carcajada. Y es que mala, mala no soy, pero sí me hizo gracia.

    Dentro de todo, debemos estar atentos para las instrucciones que se nos den, aunque ya deberíamos estar acostumbrados a toda la sarta de instrucciones que dan las contestadoras automáticas de los bancos, compañías de gas, de luz, y especialmente las de los teléfonos: "Tiene la factura atrasada, debe paga hoy o se le cortará el teléfono" -pero espere, no me ha llegado el recibo, no sé qué rayos pagaré, "lo siento a la cuenta de tres se le suspenderá el servicio para siempre, 1, 2, 3, y ¡Plof!

    Ja, ja,

    Gracias por el cuento Naerum,

    Blanca

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  5. Turkesa:

    Pues, compañera, sí que se percibe esa diferencia, ¿eh? Me refiero obviamente a lo de perder “la noción por momentos de tiempo y espacio, cuando solo existen las letras y tu mano libres de toda atracción” (palabras, a mi modo de ver, insuperables).

    Yo no sé qué les pase a otros autores, pero a mí lo que me… perjudica, es la inseguridad. Inseguridad que exige explicaciones para cada línea y que, como algunas veces he contado, casi siempre me impide desarrollar textos que rebasen las características de un “micro” (las más de las veces ni siquiera eso alcanzan).

    Sí que me he preocupado por el tema, lo acepto, pero debo confesar que este comentario tuyo ha terminado alentándome a seguir escribiendo tantas barbaridades como me sea posible, mientras no me percate de lo que estoy haciendo, jaja. Es que, bueno, a veces se me ocurre pensar que no nací para novelista. En cambio, ese “amigo común” sí.

    Gracias por tus palabras, Turkesa.

    Saludos.

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  6. Blanca:

    ¿Pero quién ha dicho que eres mala? Yo sé que este relato se presta a la comedia, jajajajaja. Si incluso hubo quienes dijeron, en su primera aparición, que alguna parte sonaba a mal chiste. Bah. Creo que ellos tenían unas razones muy distintas a las tuyas.

    Le comentaba a Turkesa que este cuento es, quizás, el más social que he escrito hasta la fecha, aunque inicialmente mi propósito haya sido exorcizar cierto… digamos temor, ¿no?

    Visiblemente, en el curso ha podido trasladarse al aspecto “metódico” con el que se rigen las instituciones o algunas empresas privadas y que, la mera verdad, detesto.

    Ejem. No creo que debas agradecerme, compañera. En todo caso, yo soy el que te agradece por haber visitado el Blog.

    ¡Saludos!

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